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S​í​, a Miguel Hern​á​ndez

by Niño de Elche

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1.
Orihuela, 1910. En plena vega del Segura, en la absoluta exuberancia de una naturaleza preñada de júbilo y de huertas, nace Miguel Hernández, un poeta de perfil luminoso, de sombrío destino. España está dormida. La tierra está dormida. Verso escrito, sangre alzada, grito uniforme que tiene aromas de viento del pueblo, viento untado de raíces, de avena, de polvo milenario, de sueño que circulan por el lomo herido de los campos, entre palmera y cielo, azul de libertad y verde de pena contenida. Más abajo de todo, en las ubres hinchadas de la tierra, en el sitio exacto del origen, donde late la vida antes de ser vida, donde vibran el mineral y el topo, debajo de la piel, muy cerca de la sangre, en los planetas subterráneos de corazón tendido, allí, donde el sueño es sombra, insomnio a veces, nace una voz y la canción fluye con olores de mundo y tallo humano. Hoy renace el poeta sin muerte que lo evite, sin uniformes ni pistolas que lo eviten, sin metralla enemiga que lo impida, sin vocerío de señor o de oligarca que los silencie, sin militares de botas de siete leguas ni censores de gafas oscuras y corazón manchado. Es la hora, el momento, el espacio y el día de la canción lanzada contra ellos como un duro manotazo de verdad, como un golpe de amapolas en el rostro de la intransigencia, contra la boca de los que se alimentaron de palomas agonizantes, contra los ojos de quienes mancharon la vida y la dejaron triste como un campo de alas, como un estercolero miserable, como un largo cementerio de poetas muertos y banderas hilo a hilo dormidas.
2.
Pero Miguel es un niño aún, un niño nacido de la tierra, como esos niños yunteros criados en entre establos y surcos, criatura de un rebaño o de un arado. Por él cantan los cientos, miles, millones de niños yunteros que pueblan el reino de la pena, el territorio de los pequeños seres explotados por la crueldad del mundo. Niños que sudan y sangran por este poema que alcanza el cielo de los tristes.
3.
Carne de yugo, ha nacido más humillado que bello, con el cuello perseguido por el yugo para el cuello. Me duele este niño hambriento como una grandiosa espina, y su vivir ceniciento resuelve mi alma de encina.
4.
Miguel ha de cumplir 20 años, veinte otoños como perito en lunas. Es poeta y pastor. Poeta de cabras y pastor de sueños. Orihuela acoge su lamento en la extensión de sus campos. El gorrión y la retama saben que su voz es honda y sentida, va untada de ayeres y tequieros, de mitos y poetas, de versos que lee a la sombra de una higuera vetusta y polvorienta, de versos que escribe bajo la palma amiga. En la huerta, a 6 de febrero de 1930, Miguel contempla la vida incolora y vana. La pobre Juanica ha muerto en toda su hermosura, con la penitencia de toda su juventud hecha pedazos y su bravura hecha rosa derramada. Se la llevan por la senda, cuerpo yerto, camino del camposanto, entre espesuras blancas de azahares. Por la senda se la llevan bajo la oscura mañana. Y al verla muerta, mustia la palma de la palmera, pálido el cielo, sin luz la huerta, los pájaros vuelan de pena en pena, tristeza alada, mientras siente el poeta rota su alma.
5.
¡Pobre Juanica! ¡Pobre güertana...! por la sendica pal cimenterio la han llevao muerta esta mañana... ¡Sa queao el cielo sin resplandores, sin luz la güerta...! Fue la mocica, noble y bravía. ¡Fue la alegría de este partío! El capullico más campanero que s’abre al día y del almendro reflorecío, rama pulía. Por la sendica se lo llevaron su cuerpo yerto... y dinde entonces el claro cielo de luto viste; lloran los pájaros adentro el güerto... ¡Tuico está triste! El arroyico que se dilata, disquía la choza que ella habitara, por tuíco el suelo como una cinta e cascabelicos, como un espejo largo de plata, cruza mudico, cruza enturbiao porque su cara a n retrata; y las palomas pal cimenterio guían el güelo... ¡Ya no más noches en su ventano lleno de luna, lleno de azahares a los copases de mi guitarro diré cantares! ¡Si s’ha marchao quien m’ascuchaba! ¡Pa icir pesares el guitarrico ya solo agarro! La vide anoche muerta... ¡Qué hermosa! En la mesica paecía dormía... Me entró una cosa..., una de lloros cuando la vide con la mortaja, rodía de cirios, blanquica y maja como una rosa... Por la sendica se la llevaron esta mañana... Y al verla muerta, la palmerica mustió la palma; se queó el cielo sin sus colores, sin luz la güerta, tristes los pájaros, rota mi alma...
6.
Pero ahora pido silencio, un ramo, un trozo largo de silencio para escuchar ese tren que zarpa a la capital, camino de Madrid entre un escándalo de hierros y de polvo. Estamos en 1931, hoy es 30 de octubre y un joven poeta, adolescente aún, parte en busca de la gloria. En la estación de Orihuela se quedan sus amigos: Carlos Fenoll, Poveda, Ramón Sijé... Le despiden, le abrazan. Su aventura es demasiado ancha para un cuerpo tan breve, demasiado estrecha para un corazón tan inmenso. Aquel mundo provinciano es insano y caduco para su alta inteligencia y él busca la poesía en los altos andamios, no en las hojas trasnochadas y amarillas de un periódico local. Madrid le espera. Mundo acelerado. Prisa de nubes y tranvías. Esperanza con sabor a poema, a auto sacramental, a amigos nuevos en la redacción de Cruz y Raya. Neruda ya. El cónsul de Chile. El poeta de Residencia en la tierra, el de los Veinte poemas de amor y una canción desesperada... Oh canción desesperada de Miguel queriendo ser oído, escuchado por todos. Orihuela y el regreso. Josefina y el amor. Hija de un guardia civil, morena de altas torres, costurera lejana y dura “No me gusta que hagas versos Miguel. Los hombres se hacen en la tierra, en la cruz de un arado, en las piedras de una casa” Muchacha casta y sencilla, distante siempre para el amor, negada al beso, censora del abrazo... ¿Será esto el amor? ¿De qué color pintarán tu vida, tu casa, Miguel?
7.
Pintada, no vacía: pintada está mi casa del color de las grandes pasiones y desgracias. Regresará del llanto adónde fue llevada, con su desierta mesa, con su ruinosa cama. Florecerán los besos sobre las almohadas. Y en torno de los cuerpos elevará la sábana su intensa enredadera nocturna, perfumada. El odio se amortigua detrás de la ventana. Será la garra suave. Dejadme la esperanza.
8.
Y más trenes. Neruda. Pensión madrileña y trabajo en las Misiones pedagógicas. Con Cossío en la Enciclopedia de los Toros. Cartas de amor para ella. Te echo de menos. Febrero del 35, marzo y abril. Cartas y más cartas. Mayo helado. Dios se ha ido de Miguel. Miguel se ha ido de Sijé y de las Iglesias. Josefina se aleja como un barco lento en la memoria. Amigos y vida nueva. Alberto, Benjamín Palencia, Maruja Mallo... Ella. La admirada y libre Maruja Mallo, liebre entre las calles, diosa de la pintura, reina de las noches. Observa a Miguel. Y Maruja Mallo se lo lleva a los campos, a los trigos, a los días de junio con agua y con azules, San Fernando del Jarama y el amor. Ya no hay novia pueblerina sino cuerpo tendido bajo él. Sin embargo, ella le deja en los momentos de mayor confianza. Hombre sin nadie que llora su desgracia como criatura herida por el rayo. Madrid de soledad. Amigos fríos. Consuelo de tardes en Velintonia, en casa de Vicente Aleixandre. Y la noticia terrible en nochebuena del 35. Sijé está muerto. Se ha muerto para siempre con la amistad rota entre los dos. Castigo de las nubes, de Dios o del infierno. El amigo está muerto y no hay perdón ni llanto que le acoja. (En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.)
9.
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.) Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas, compañero del alma, tan temprano. Alimentando lluvias, caracolas y órganos mi dolor sin instrumento. a las desalentadas amapolas daré tu corazón por alimento. Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Un manotazo duro, un golpe helado, un hachazo invisible y homicida, un empujón brutal te ha derribado. No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada. En mis manos levanto una tormenta de piedras, rayos y hachas estridentes sedienta de catástrofes y hambrienta. Quiero escarbar la tierra con los dientes, quiero apartar la tierra parte a parte a dentelladas secas y calientes. Quiero minar la tierra hasta encontrarte y besarte la noble calavera y desamordazarte y regresarte. Volverás a mi huerto y a mi higuera: por los altos andamios de las flores pajareará tu alma colmenera de angelicales ceras y labores. Volverás al arrullo de las rejas de los enamorados labradores. Alegrarás la sombra de mis cejas, y tu sangre se irán a cada lado disputando tu novia y las abejas. Tu corazón, ya terciopelo ajado, llama a un campo de almendras espumosas mi avariciosa voz de enamorado. A las aladas almas de las rosas del almendro de nata te requiero, que tenemos que hablar de muchas cosas, compañero del alma, compañero.
10.
La soledad es muy ancha. Maruja Mallo se aleja de igual modo y para siempre. Y el poeta se encoge en el dolor. La vida acaso, acaso ya la vida no sirva para nada. La muerte es un camino. Dejarlo todo también de un manotazo cuando sobra el corazón:
11.
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo, hoy estoy para penas solamente, hoy no tengo amistad, hoy sólo tengo ansias de arrancarme de cuajo el corazón y ponerlo debajo de un zapato. Hoy reverdece aquella espina seca, hoy es día de llantos de mi reino, hoy descarga en mi pecho el desaliento plomo desalentado. No puedo con mi estrella. Y me busco la muerte por las manos mirando con cariño las navajas, y recuerdo aquel hacha compañera, y pienso en los más altos campanarios para un salto mortal serenamente. Si no fuera ¿por qué?... no sé por qué, mi corazón escribiría una postrera carta, una carta que llevo allí metida, haría un tintero de mi corazón, una fuente de sílabas, de adioses y regalos, y ahí de quedas, al mundo le diría. Yo nací en mala luna. Tengo la pena de una sola pena que vale más que toda la alegría. Un amor me ha dejado con los brazos caídos y no puedo tenerlos hacia más. ¿No veis mi boca que desengañada, qué inconformes mis ojos? Cuanto más me contemplo más me aflijo: cortar este dolor ¿con qué tijera? Ayer, mañana, hoy padeciendo por todo mi corazón, pecera melancólica, penal de ruiseñores moribundos. Me sobra el corazón. Hoy descorazonarme, yo el más corazonado de los hombres, y por más, también el más amargo. No sé por qué, no sé por qué ni cómo me perdono la vida cada día.
12.
Pero hay hombres, multitud de hombres, de criaturas heridas, de gentes en los pueblos y en los campos que quieren oír al poeta, y el poeta se aparta de sí mismo y se ampara ya en los otros. Él es pueblo, viento del pueblo al que ha de ir como un hijo que regresa hacia su sangre. La novia de Orihuela es de nuevo compañera. Madre de un futuro. Esposa del mañana. Y el verso es canción que se esparce como la mies y se unta de corazones. Es la guerra Miguel. Te buscan y lo sabes. Hacen falta muchos brazos, muchas manos, muchas lenguas unidas apara cavar trincheras contra ellos. Bandadas de aviones vuelan sobre nosotros. Metrallas buscando un corazón. Y es la hora. La hora de cantar en las trincheras, de lanzar los versos contra ellos. Toneladas de hierro. Ríos de trenes con heridos y muertos apagados. La esposa lejana y el hijo que ha de venir en medio del dolor y de la sangre. Es la guerra, Josefina. La guerra, madre, la guerra
13.
La guerra, madre: la guerra. Mi casa sola y sin nadie. Mi almohada sin aliento. La guerra, madre: la guerra. Mi almohada sin aliento. La guerra, madre: la guerra. La vida, madre: la vida. La vida para matarse. Mi corazón sin compaña. La guerra, madre: la guerra. Mi corazón sin compaña. La guerra, madre: la guerra. ¿Quién mueve sus hondos pasos En mi alma y en mi calle? Cartas moribundas, muertas. La guerra, madre: la guerra. Cartas moribundas, muertas. La guerra, madre: la guerra.
14.
Te escribo desde la sierra. Desde el frente. Desde Jaén. Desde ese lado de España. Teruel y la nieve. Cartas y cartas, y más cartas. La vida me lleva, la muerte me trae trenes y trenes de hombres acabados. ¿Y el hijo, mujer? ¿Y el hijo? Me cuentas que se apaga como un fuego sin aire. Tu niño se apaga Miguel y ya es un muerto entre los otros, un rosal diminuto debajo de la tierra.
15.
El cementerio está cerca de donde tú y yo dormimos, entre nopales azules, pitas azules y niños que gritan vívidamente si un muerto nubla el camino. De aquí al cementerio, todo es azul, dorado, límpido. Cuatro pasos, y los muertos. Cuatro pasos, y los vivos. Límpido, azul y dorado, se hace allí remoto el hijo.
16.
Guerras y guerras. Por los montes, las alcobas, las calles de España, guerras. Sin niño todo es herida. Sin vida, todo es tristeza. Aunque otro niño vendrá a poner de azul la madrugada. Un niño que late en el vientre de la esposa. Única luz en la niebla. Única esperanza en lo oscuro. Tres años de contienda y el hambre sobre ti, sobre ellos, sobre la esposa y el niño que no encuentra leche ni sustento. Le amamantan con cebolla, con zumo de cebolla y con besos de tu sangre, Miguel. Y el poeta le escribe con la guerra ya perdida, en la oquedad de una cárcel, palabras de consuelo: Estos días me los he pasado cavilando sobre tu situación, cada día más difícil, Josefina. El olor de la cebolla que comes me llega hasta aquí, y mi niño se sentirá indignado de mamar y sacar zumo de cebolla en vez de leche. Para que lo consueles, te mando esas coplillas que le he hecho...
17.
La cebolla es escarcha cerrada y pobre: escarcha de tus días y de mis noches. Hambre y cebolla: hielo negro y escarcha grande y redonda. En la cuna del hambre mi niño estaba. Con sangre de cebolla se amamantaba. Pero tu sangre, escarchada de azúcar, cebolla y hambre. Una mujer morena, resuelta en luna, se derrama hilo a hilo sobre la cuna. Ríete, niño, que te tragas la luna cuando es preciso. Alondra de mi casa, ríete mucho. Es tu risa en los ojos la luz del mundo. Ríete tanto que en el alma al oírte, bata el espacio. Tu risa me hace libre, me pone alas. Soledades me quita, cárcel me arranca. Boca que vuela, corazón que en tus labios relampaguea. Es tu risa la espada más victoriosa. Vencedor de las flores y las alondras. Rival del sol. Porvenir de mis huesos y de mi amor. La carne aleteante, súbito el párpado, el vivir como nunca coloreado. ¡Cuánto jilguero se remonta, aletea, desde tu cuerpo! Desperté de ser niño. Nunca despiertes. Triste llevo la boca. Ríete siempre. Siempre en la cuna, defendiendo la risa pluma por pluma. Ser de vuelo tan alto, tan extendido, que tu carne parece cielo cernido. ¡Si yo pudiera remontarme al origen de tu carrera! Al octavo mes ríes con cinco azahares. Con cinco diminutas ferocidades. Con cinco dientes como cinco jazmines adolescentes. Frontera de los besos serán mañana, cuando en la dentadura sientas un arma. Sientas un fuego correr dientes abajo buscando el centro. Vuela niño en la doble luna del pecho. Él, triste de cebolla. Tú, satisfecho. No te derrumbes. No sepas lo que pasa ni lo que ocurre.
18.
Cárceles y cárceles. Muros de cárceles. Dolor con dolor. No hay nadie que te salve, Miguel. Nadie quiere salvarte. Los poetas son viento del pueblo, y como viento, pasamos dejando polvo de nube. Te acometen con muros de piedra y de silencio. La enfermedad ayuda, es un golpe que vence si nadie lo detiene. Y nadie va a detener un golpe contra ti, porque los poetas son la voz de la verdad y la verdad molesta. Silencio y muros sobre ti, y una muerte última aquel 28 de marzo de 1942.
19.
Cada vez que paso bajo tu ventana, me azota el aroma que aún flota en tu casa. Cada vez que paso junto al cementerio me arrastra la fuerza que aún sopla en tus huesos. Qué ilusos. Nunca aprenderán que los poetas no callan. Que los poetas son libres, viento sin rejas ni murallas. Libre eres, Miguel. Siéntete libre.

credits

released June 20, 2014

Producido y autoeditado por Niño de Elche
Grabado por Raúl Pérez, Felix Vázquez, Nacho García, José Reinoso, Javi Mora, y Alex Barranco en Estudio La Mina, Estudio 4i40 y Sputnik, Sevilla, y The Room Bcn, Barcelona
Mezclado y masterizado por Javi Mora en Sputnik, Sevilla
Poemas de Miguel Hernández
Texto biográfico: José Luis Ferris
Narraciones: Marcos Ana, Vicent Camps, Niño de Elche, José Luis Ferris, Manuel Gerena, Fernando González Lucini, Pablo Guerrero, Andrés Marín, José Luis Ortiz Nuevo y Amancio Prada.
Músicos: Llorenç Barber, Raúl Cantizano, Juan Ramón Caro, El Chojín, Andrés Marín, Antonio Montiel, Montserrat Palacios, José María Pastor, Miguel Pérez, Eo Simón, Tino van der Sman y Uaral
Soundscapes: Manuel Maciá y José María Pastor.


Niño de Elche, 2013
www.ninodeelche.com

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Niño de Elche Seville, Spain

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